Las palabras necesitan de un contexto histórico, político, social, cultural, económico y biográfico para significar. Exhorto a lxs lectorxs/militantes a realizar un viaje de conocimiento acerca de lugares, tiempos y autorxs para enriquecer la experiencia literaria que propongo en este espacio. Gracias.
Mostrando las entradas con la etiqueta Pablo Neruda. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Pablo Neruda. Mostrar todas las entradas

sábado, 29 de enero de 2022

Los enemigos

Los enemigos

Ellos aquí trajeron los fusiles repletos
de pólvora, ellos mandaron el acerbo
exterminio,
ellos aquí encontraron un pueblo que cantaba,
un pueblo por deber y por amor reunido,
y la delgada niña cayó con su bandera,
y el joven sonriente rodó a su lado herido,
y el estupor del pueblo vio caer a los muertos
con furia y con dolor.
Entonces, en el sitio
donde cayeron los asesinados,
bajaron las banderas a empaparse de sangre
para alzarse de nuevo frente a los asesinos.

Por esos muertos, nuestros muertos,
pido castigo.

Para los que de sangre salpicaron la patria,
pido castigo.

Para el verdugo que mandó esta muerte,
pido castigo.

Para el traidor que ascendió sobre el crimen,
pido castigo.

Para el que dio la orden de agonía,
pido castigo.

Para los que defendieron este crimen,
pido castigo.

No quiero que me den la mano
empapada con nuestra sangre.

                Pido castigo.
                No los quiero de embajadores,
                tampoco en su casa tranquilos,
                los quiero ver aquí juzgados
                en esta plaza, en este sitio.

                Pido castigo.

de Pablo Neruda,
en Canto general, Biblioteca Ayacucho, 1981.

martes, 18 de enero de 2022

Los burdeles

Los burdeles

De la prosperidad nació el burdel,
acompañando el estandarte
de los billetes hacinados:
sentina respetada
del capital, bodega de la nave
de mi tiempo.
                                                Fueron mecanizados
burdeles en la cabellera
de Buenos Aires, carne fresca
exportada por el infortunio
de las ciudades y los campos
remotos, en donde el dinero
acechó los pasos del cántaro
y aprisionó la enredadera.
Rurales lenocinios, de noche,
en invierno, con los caballos
a la puerta de las aldeas
y las muchachas atolondradas
que cayeron de venta en venta
en la mano de los magnates.
Lentos prostíbulos provinciales
en que los hacendados del pueblo
-dictadores de la vendimia-
aturden la noche venérea
con espantosos estertores
Por los rincones, escondidas,
grey de rameras, inconstantes
fantasmas, pasajeras
del tren mortal, ya os tomaron,
ya estáis en la red mancillada,
ya no podéis volver al mar,
ya os acecharon y cazaron,
ya estáis muertas en el vacío
de lo más vivo de la vida,
ya podéis deslizar la sombra
por las paredes: a ninguna
otra parte sino a la muerte
van estos muros por la tierra.

de Pablo Neruda,
en Canto general, Biblioteca Ayacucho, 1981.

domingo, 9 de enero de 2022

La United Fruit Co.

La United Fruit Co.

Cuando sonó la trompeta, estuvo
todo preparado en la tierra,
y Jehová repartió el mundo
a Coca-Cola Inc., Anaconda,
Ford Motors, y otras entidades:
la Compañía Frutera Inc.
se reservó lo más jugoso,
la costa central de mi tierra,
la dulce cintura de América.
Bautizó de nuevo sus tierras
corno «Repúblicas Bananas»,
y sobre los muertos dormidos,
sobre los héroes inquietos
que conquistaron la grandeza,
la libertad y las banderas,
estableció la ópera bufa:
enajenó los albedríos,
regaló coronas de César,
desenvainó la envidia, atrajo
la dictadura de las moscas,
moscas Trujillos, moscas Tachos,
moscas Carías, moscas Martínez,
moscas Ubico, moscas húmedas
de sangre humilde y mermelada,
moscas borrachas que zumban
cubre las tumbas populares,
mocas de circo, sabias moscas
entendidas en tiranía.

Entre las moscas sanguinarias
la Frutera desembarca,
arrasando el café y las frutas,
en sus barcos que deslizaron
como bandejas el tesoro
de nuestras tierras sumergidas.

Mientras tanto, por los abismos
azucarados de los puertos,
caían indios sepultados
en el vapor de la mañana:
un cuerpo rueda, una cosa
sin nombre, un número caído,
un racimo de fruta muerta
derramada en el pudridero.

de Pablo Neruda,
en Canto general, Biblioteca Ayacucho, 1981.

viernes, 24 de septiembre de 2021

Canto a las madres de los milicianos muertos

Canto a las madres de los milicianos muertos

No han muerto! Están en medio
de la pólvora,
de pie, como mechas ardiendo.
Sus sombras puras se han unido
en la pradera de color de cobre
como una cortina de viento blindado,
como una barrera de color de furia,
como el mismo invisible pecho del cielo.

Madres! Ellos están de pie en el trigo,
altos como el profundo mediodía,
dominando las grandes llanuras!
Son una campanada de voz negra
que a través de los cuerpos de acero asesinado
repica la victoria.
Hermanas como el polvo
caído, corazones
quebrantados,
tened fe en vuestros muertos!
No sólo son raíces
bajo las piedras teñidas de sangre,
no sólo sus pobres huesos derribados
definitivamente trabajan en la tierra,
sino que aun sus bocas muerden pólvora seca
y atacan como océanos de hierro, y aun
sus puños levantados contradicen la muerte.
Porque de tantos cuerpos una vida invisible
se levanta. Madres, banderas, hijos!
Un solo cuerpo vivo como la vida:
un rostro de ojos rotos vigila las tinieblas
con una espada llena de esperanzas terrestres!

Dejad
vuestros mantos de luto, juntad todas
vuestras lágrimas hasta hacerlas metales:
que allí golpeamos de día y de noche,
allí pateamos de día y de noche,
allí escupimos de día y de noche
hasta que caigan las puertas del odio!
Yo no me olvido de vuestras desgracias, conozco
vuestros hijos
y si estoy orgulloso de sus muertes,
estoy también orgulloso de sus vidas.
Sus risas
relampagueaban en los sordos talleres,
sus pasos en el Metro
sonaban a mi lado cada día, y junto
a las naranjas de Levante, a las redes del Sur, junto
a la tinta de las imprentas, sobre el cemento de las arquitecturas
he visto llamear sus corazones de fuego y energías.

Y como en vuestros corazones, madres,
hay en mi corazón tanto luto y tanta muerte
que parece una selva
mojada por la sangre que mató sus sonrisas,
y entran en él las rabiosas nieblas del desvelo
con la desgarradora soledad de los días.

Pero
más que la maldición a las hienas sedientas, al estertor bestial
que aúlla desde el África sus patentes inmundas,
más que la cólera, más que el desprecio, más que el llanto,
madres atravesadas por la angustia y la muerte,
mirad el corazón del noble día que nace,
y sabed que vuestros muertos sonríen desde la tierra
levantando los puños sobre el trigo.

(España, 1936).

de Pablo Neruda,
en Poesía social y revolucionaria del siglo XX (selección de Jorge Brega), Editorial Agora, 2012.

domingo, 15 de agosto de 2021

A GUATEMALA

A GUATEMALA

Guatemala
hoy
te
canto.
Sin razón,
sin objeto,
esta mañana
amaneció
tu nombre
a mi boca,
verde, rocío,
frescura matutina,
recordé
las lianas
que atan
con su cordel silvestre
el tesoro sagrado
de tu selva.

Recordé en las alturas
los cauces invisibles
de tus aguas,
sonora
turbulencia secreta,
corolas amarradas
al follaje,
un ave
como súbito zafiro,
el cielo desbordado,
lleno como una copa
de paz y transparencia.

Arriba
un lago
con un nombre de piedra.
Amatitlán se llama.
Aguas, aguas del cielo
lo llenaron,
aguas, aguas de estrellas
se juntaron
en la profundidad aterradora
de su esmeralda oscura.
En sus márgenes
las tribus
del Mayab
sobreviven.

Tiernos, tiernos
idólatras
de la miel, secretarios
de los astros,
vencidos
vencedores
del más antiguo enigma.

Hermoso es ver
el vestido esplendor
de sus aldeas,
ellos
se atrevieron
a continuar llevando
resplandecientes túnicas,
bordados amarillos,
calzones escarlatas,
colores
de la aurora.

Antaño
los soldados
de Castilla enlutada
sepultaron América,
y el hombre
americano
hasta ahora
se pone la levita
del notario extremeño,
la sotana
de Loyola.

España
inquisitiva,
purgatoria
enfundó los sonidos
y colores,
las estirpes de América,
el polen, la alegría,
y nos dejó su traje
de salmantino luto,
su armadura
de trapo inexorable.

El color sumergido
sólo en ti sobrevive,
sóbreviven, radiosos,
los plumajes,
sobrevive
tu frescura de cántaro,
profunda Guatemala,
no te enterró la ola
sucesiva
de la muerte,
las invasoras alas
extranjeras,
los paños funerarios
no lograron
ahogar tú corola
de flor resplandeciente.

Yo vi en Quetzaltenango
la muchedumbre
fértil
del mercado,
los cestos
con el amor trenzados,
con antiguos
dolores,
las telas
de color turbulento,
raza roja,
cabezas de vasija,
perfiles
de metálica azucena,
graves miradas, blancas
sonrisas como vuelos
de garzas en el rio,
pies de color de cobre,
gentes
de la tierra,
indios
dignos como
monarcas de baraja.

Tanto
humo cayó
sobre tus rostros, tanto
silencio
que no hablaron
sino con el maíz, con el tabaco,
con el agua,
estuvieron
amenazados por la tiranía
hasta en sus erizados territorios,
o en la costa
por invasores norteamericanos
que arrasaron la tierra,
llevándose los frutos.

Y ahora
Arévalo elevaba
un puñado de tierra
para ellos,
sólo un puñado
de polvo germinal, y es eso
sólo eso Guatemala,
un minúsculo
y fragante
fragmento de la tierra,
unas cuantas semillas
para sus pobres gentes,
un arado
para los campesinos.

Y por eso
cuando Arbenz
decidió la justicia,
y con la tierra repartió fusiles,
cuando los
cafeteros
feudales
y los aventureros de Chicago
encontraron
en la casa de gobierno
no un títere despótico,
sino un hombre,
entonces
fue la furia,
se llenaron
los periódicos
de comunicados:
ardía Guatemala.
Guatemala no ardía.
Arriba el lago
Amatitlán quieto como mirada
de los siglos,
hacia el sol y la luna relucía,
el río Dulce
acarreaba
sus aguas primordiales,
sus peces y sus pájaros,
su selva,
su latido
desde el aroma original de América,
los pinos en la altura
murmuraban,
y el pueblo simple
como arena o harina
pudo, por vez primera,
cara a cara
conocer la esperanza.

Guatemala,
hoy te canto,
hoy a las desventuras del pasado
y a tu esperanza canto.
A tu belleza canto.

Pero quiero
que mi amor te defienda.
Yo conozco
a los que te preparan una tumba
como la que cavaron a Sandino.
Los conozco. No esperes
piedad de los verdugos.
Hoy se preparan
matando pescadores,
asesinando peces de las islas.

Son implacables. Pero
tú, Guatemala, eres
un puño y un puñado
de polvo americano con semillas,
un pequeño puñado
de esperanza.
Defiéndelo, defiéndenos,
nosotros
hoy sólo con mi canto,
mañana con mi pueblo y con mi canto
acudiremos
a decirte “aquí estamos”,
pequeña hermana,
corazón caluroso,
aquí estamos dispuestos
a desangrarnos para
defenderte,
porque en la hora oscura
tú fuiste
el honor, el orgullo,
la dignidad de América.

de Pablo Neruda,
en Capricornio, Año II, n°6, 1954.

martes, 17 de septiembre de 2019

Promulgación de la ley del embudo

Promulgación de la ley del embudo

Ellos se declararon patriotas.
En los clubs se condecoraron
y fueron escribiendo la historia.
Los parlamentos se llenaron
de pompa, se repartieron
después la tierra, la ley,
las mejores calles, el aire,
la Universidad, los zapatos.

Su extraordinaria iniciativa
fue el Estado erigido en esa
forma, la rígida impostura.
Lo debatieron, como siempre
con solemnidad y banquetes,
primero en círculos agrícolas,
con militares y abogados.
Y al fin llevaron al Congreso
la ley suprema, la famosa,
la respetada, la intolerable
Ley del Embudo.
Fue aprobada.
Para el rico la buena mesa.
La basura para los pobres.
El dinero para los ricos.
Para los pobres el trabajo.
Para los ricos la casa grande.
El tugurio para los pobres.
El fuero para el gran ladrón.
La cárcel al que roba un pan.
París, París para los señoritos.
El pobre a la mina, al desierto.

El señor Rodríguez de la Crota
habló en el Senado con voz
meliflua y elegante:
“Esta ley, al fin establece
la jerarquía obligatoria
y sobre todo los principios
de la cristiandad.
Era
tan necesaria como el agua.
Sólo los comunistas, venidos
del infierno, como se sabe,
pueden discutir este código
del Embudo, sabio y severo.
Pero esta oposición asiática,
venida del Sub-hombre, es sencillo
refrenarla: a la cárcel todos,
al campo de concentración,
así quedaremos sólo
los caballeros distinguidos
y los amables yanaconas
del Partido Radical”.

Estallaron los aplausos,
de los bancos aristocráticos:
¡qué elocuencia, qué espiritual,
qué filósofo, qué lumbrera!
Y corrió cada uno a llenarse
los bolsillos en su negocio,
uno acaparando la leche,
otro estafando en el alambre,
otro, robando en el azúcar
y todos llamándose a voces
patriotas, con el monopolio
del patriotismo, consultado
también en la Ley del Embudo.

de Pablo Neruda,
en Poesía armada, Agermanament, 1976.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

Las masacres

Las masacres

Pero entonces la sangre fue escondida
detrás de las raíces fue lavada
y negada
(fue tan lejos), la lluvia del Sur la borró de la tierra
(tan lejos fue), el salitre la devoró en la pampa;
y la muerte del pueblo fue como siempre ha sido;
como si no muriera nadie, nada,
como si fueran piedras las que caen
sobre la tierra, o agua sobre agua.

De Norte a Sur, adonde trituraron
o quemaron los muertos,
fueron en las tinieblas sepultados,
o en la noche quemados en silencio,
acumulados en un pique
o escupidos al mar sus huesos;
nadie sabe dónde están ahora,
no tienen tumba, están dispersos
en las raíces de la patria
sus martirizados dedos;
sus fusilados corazones;
los valerosos de la pampa,
los capitanes del silencio.

Nadie sabe dónde enterraron
los asesinos estos cuerpos,
pero ellos saldrán de la tierra
a cobrar la sangre caída
en la resurrección del pueblo.

En medio de la plaza fue este crimen.

No escondió el matorral la sangre pura
del pueblo, ni la tragó la arena de la pampa.
Nadie escondió este crimen.
Este crimen fue en medio de la patria.

de Pablo Neruda,
en Poesía armada, Agermanament, 1976.

domingo, 1 de septiembre de 2019

Explico algunas cosas

Explico algunas cosas

Preguntaréis: ¿Y dónde están las lilas?
¿Y la metafísica cubierta de amapolas?
Y la lluvia que a menudo golpeaba
sus palabras llenándolas
de agujeros y pájaros?
Os voy a contar todo lo que me pasa.

Yo vivía en un barrio
de Madrid, con campanas,
con relojes, con árboles.

Desde allí se veía
el rostro seco de Castilla
como un océano de cuero.

Mi casa era llamada
la casa de las flores, porque por todas partes
estallaban geranios: era
una bella casa
con perros y chiquillos.

Raúl, ¿te acuerdas?
¿Te acuerdas, Rafael?
¿Federico, te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde
la luz de Junio ahogaba flores en tu boca?

¡Hermano, hermano!

Todo
era grandes voces, sal de mercaderías,
aglomeraciones de pan palpitante,
mercados de mi barrio de Argüelles con su estatua
como un tintero pálido entre las merluzas:
el aceite llegaba a las cucharas,
un profundo latido
de pies y manos llenaba las calles,
metros, litros, esencia
aguda de la vida,
pescados hacinados,
contextura de techos con sol frío en el cual
la flecha se fatiga,
delirante marfil fino de las patatas,
tomates repetidos hasta el mar.

Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres,
y desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.

Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de niños.

¡Chacales que el chacal rechazaría,
piedras que el cardo seco mordería escupiendo,
víboras que las víboras odiarían!

¡Frente a vosotros he visto la sangre
de España levantarse
para ahogaros en una sola ola
de orgullo y de cuchillos!

De Pablo Neruda
en España en el Corazón, Ediciones Ercilla, 1938.

martes, 6 de agosto de 2019

Los muertos de la plaza

Los muertos de la plaza

Yo no vengo a llorar aquí donde cayeron:
vengo a vosotros, acudo a los que viven.
Acudo a ti y a mí en tu pecho golpeo.
Cayeron otros antes. Recuerdas? Sí, recuerdas.
Otros que el mismo nombre y apellidos tuvieron.
En San Gregorio, en Lonquimay lluvioso,
en Ranquil, derramados por el viento,
en Iquique, enterrados en la arena,
y a lo largo del mar y del desierto,
a lo largo del humo y de la lluvia,
desde las pampas a los archipiélagos
fueron asesinados otros hombres,
otros que como tú se llamaban Antonio
y que eran como tú pescadores o herreros:
carne de Chile, rostros
cicatrizados por el viento,
martirizados por la pampa,
firmados por el sufrimiento.

Yo encontraré por los muros de la patria,
junto a la nieve y su cristalería,
detrás del río de ramaje verde,
debajo del nitrato y de la espiga
una gota de sangre de mi pueblo
y cada gota, como el fuego, ardía.

de Pablo Neruda,
en Poesía armada, Agermanament, 1976.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Inundaciones

Inundaciones

Los pobres viven abajo esperando que el río
se levante en la noche y se los lleve al mar.
He visto pequeñas cunas que flotaban, destrozos
de viviendas, sillas, y una cólera augusta
de lívidas aguas en que se confunden el cielo y el terror.

Sólo es para ti, pobre, para tu esposa y tu sembrado,
para tu perro y tus herramientas,
para que aprendas a mendigo.

El agua no sube hasta las casas de los caballeros
cuyos nevados cuellos vuelan desde las lavanderías.
Como este fango arrollador y estas ruinas que nadan
con tus muertos vagando dulcemente hacia el mar,
entre las pobres mesas y los perdidos árboles
que van de tumbo en tumbo mostrando sus raíces.

De Pablo Neruda,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.3, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2013.

domingo, 31 de enero de 2016

El enemigo

El enemigo

Hoy vino a verme un enemigo.
Se trata de un hombre encerrado
en su verdad, en su castillo,
como en una caja de hierro,
con su propia respiración
y las espadas singulares
que amamantó para el castigo.

Miré los años en su rostro,
en sus ojos de agua cansada,
en las líneas de soledad
que le subieron a las sienes
lentamente, desde el orgullo.

Hablamos en la claridad
de un medio día pululante,
con viento que esparcía sol
y sol combatiendo en el cielo.
Pero el hombre sólo mostró
las nuevas llaves, el camino
de todas las puertas. Yo creo
que adentro de él iba el silencio
que no podía compartirse.
Tenía una piedra en el alma:
él preservaba la dureza.

Pensé en su mezquina verdad
enterrada sin esperanza
de herir a nadie sino a él
y miré mi pobre verdad
maltratada adentro de mí.

Allí estábamos cada uno
con su certidumbre afilada
y endurecida por el tiempo
como dos ciegos que defienden
cada uno su oscuridad.

De Pablo Neruda,
en Five decades: poems 1925-1970, Ben Belitt/Grove Press, 1974.

jueves, 28 de enero de 2016

Amador Cea

Amador Cea

(De Coronel, Chile, 1949)

Como habían detenido a mi padre
y pasó el Presidente que elegimos
y dijo que todos éramos libres, yo pedí que a mi viejo
lo soltaran.

Me llevaron y me pegaron todo un día.
No conozco a nadie en el cuartel. No sé, no puedo
ni recordar sus caras. Era la policía.
Cuando perdía el conocimiento, me tiraban
agua en el cuerpo y me seguían pegando.
En la tarde, antes de salir, me llevaron
arrastrando a una sala de baño,
me empujaron la cabeza adentro de una taza
de W.C. llena de excrementos. Me ahogaba.
«Ahora, sal a pedir libertad al Presidente,
que te manda este regalo», me decían.

Me siento apaleado, esta costilla me la rompieron.
Pero por dentro estoy como antes, camarada.
A nosotros no nos rompen sino matándonos.

De Pablo Neruda,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.3, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2013.

martes, 26 de noviembre de 2013

Un canto para Bolívar

Un canto para Bolívar

PADRE nuestro que estás en la tierra, en el agua, en el aire
de toda nuestra extensa latitud silenciosa,
todo lleva tu nombre, padre, en nuestra morada:
tu apellido la caña levanta a la dulzura,
el estaño bolívar tiene un fulgor bolívar,
el pájaro bolívar sobre el volcán bolívar,
la patata, el salitre, las sombras especiales,
las corrientes, las vetas de fosfórica piedra,
todo lo nuestro viene de tu vida apagada,
tu herencia fueron ríos, llanuras, campanarios,
tu herencia es el pan nuestro de cada día, padre.

Tu pequeño cadáver de capitán valiente
ha extendido en lo inmenso su metálica forma,
de pronto salen dedos tuyos entre la nieve
y el austral pescador saca a la luz de pronto
tu sonrisa, tu voz palpitando en las redes.

De qué color la rosa que junto a tu alma alcemos?
Roja será la rosa que recuerde tu paso.
Cómo serán las manos que toquen tu ceniza?
Rojas serán las manos que en tu ceniza nacen.
Y cómo es la semilla de tu corazón muerto?
Es roja la semilla de tu corazón vivo.

Por eso es hoy la ronda de manos junto a ti.
Junto a mi mano hay otra y hay otra junto a ella,
y otra más, hasta el fondo del continente oscuro.
Y otra mano que tú no conociste entonces
viene también, Bolívar, a estrechar a la tuya:
de Teruel, de Madrid, del Jarama, del Ebro,
de la cárcel, del aire, de los muertos de España
llega esta mano roja que es hija de la tuya.

Capitán, combatiente, donde una boca
grita libertad, donde un oído escucha,
donde un soldado rojo rompe una frente parda,
donde un laurel de libres brota, donde una nueva
bandera se adorna con la sangre de nuestra insigne aurora,
Bolívar, capitán, se divisa tu rostro.
Otra vez entre pólvora y humo tu espada está naciendo.
Otra vez tu bandera con sangre se ha bordado.
Los malvados atacan tu semilla de nuevo,
clavado en otra cruz está el hijo del hombre.

Pero hacia la esperanza nos conduce tu sombra,
el laurel y la luz de tu ejército rojo
a través de la noche de América con tu mirada mira.
Tus ojos que vigilan más allá de los mares,
más allá de los pueblos oprimidos y heridos,
más allá de las negras ciudades incendiadas,
tu voz nace de nuevo, tu mano otra vez nace:
tu ejército defiende las banderas sagradas:
la Libertad sacude las campanas sangrientas,
y un sonido terrible de dolores precede
la aurora enrojecida por la sangre del hombre.
Libertador, un mundo de paz nació en tus brazos.
La paz, el pan, el trigo de tu sangre nacieron,
de nuestra joven sangre venida de tu sangre
saldrán paz, pan y trigo para el mundo que haremos.

Yo conocí a Bolívar una mañana larga,
en Madrid, en la boca del Quinto Regimiento,
Padre, le dije, eres o no eres o quién eres?
Y mirando el Cuartel de la Montaña, dijo:
"Despierto cada cien años cuando despierta el pueblo".

De Pablo Neruda,
con motivo de un homenaje a Simón Bolivar, 1941.

jueves, 3 de octubre de 2013

España pobre por culpa de los ricos

España pobre por culpa de los ricos

La pobreza era por España
como caballos llenos de humo,
como piedras caídas del
manantial de la desventura,
tierras cereales sin
abrir, bodegas secretas
de azul y estaño, ovarios, puertas, arcos
cerrados, profundidades
que querían parir, todo estaba guardado
por triangulares guardias con escopeta,
por curas de color de triste rata,
por lacayos del rey de inmenso culo.
España dura, país manzanar y pino,
te prohibían tus vagos señores:
A no sembrar, a no parir las minas,
a no montar las vacas, al ensimismamiento
de las tumbas, a visitar cada año
el monumento de Cristóbal el marinero, a relinchar
discursos con macacos venidos de América,
iguales en "posición social" y podredumbre.
No levantéis escuelas, no llenéis los graneros
de abundancia trigal: rezad, bestias, rezad,
que un dios de culo inmenso como el culo del rey
os espera: "Allí tomaréis sopa hermanos míos".

De Pablo Neruda
en España en el Corazón, Ediciones Ercilla, 1938.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Generales traidores

Generales traidores

Generales
traidores:
mirad mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.

Preguntaréis ¿por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?

¡Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!

De Pablo Neruda
en España en el Corazón, Ediciones Ercilla, 1938.