Las palabras necesitan de un contexto histórico, político, social, cultural, económico y biográfico para significar. Exhorto a lxs lectorxs/militantes a realizar un viaje de conocimiento acerca de lugares, tiempos y autorxs para enriquecer la experiencia literaria que propongo en este espacio. Gracias.
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viernes, 30 de noviembre de 2018

En el huevo

En el huevo

Vivimos en un huevo.
Hemos cubierto su interior
de dibujos obscenos
y garrapateado los nombres de nuestros enemigos.
Nos están incubando.

Quienquiera que nos incube
incuba también nuestro lápiz.
Cuando rompamos la cáscara un día
nos haremos una idea
enseguida de quien nos incuba.

Suponemos que nos incuban.
Nos imaginamos un ave bonachona
y escribimos trabajos escolares
sobre colores y raza
de la gallina que nos incuba.

¿Cuándo romperemos la cáscara?
Nuestros profetas del interior del huevo
discuten, por un sueldo medianejo,
sobre el período de incubación.
Suponen un día X.

Por aburrimiento y necesidad auténtica
hemos inventado las incubadoras.
Nos preocupa mucho nuestra descendencia en el huevo.
Con gusto recomendaríamos nuestra patente
a quien nos guarda.

Tenemos un techo sobre nuestras cabezas.
Pollitos seniles,
embriones que saben idiomas,
hablan el día entero
y todavía discuten sus sueños.

¿Y si no nos incubaran?
¿Si nunca se hiciera un agujero en esta cáscara?
¿Si nuestro horizonte fuera sólo el horizonte
de nuestros garabatos y no dejara de serlo?
Confiamos en que nos incuban.

Aunque si hablamos sólo de incubaciones
hay que temer también que alguien,
fuera de nuestra cáscara, sienta hambre
y nos eche a la sartén, sazonándonos con sal...
¿Qué haremos entonces, mis hermanos de dentro del huevo?

de Günter Grass,
en Poemas, Visor, 1994.

sábado, 3 de noviembre de 2018

Sillas plegables

Sillas plegables

Qué tristes son esos cambios.
La gente desatornilla las placas con su nombre,
coge la cacerola con la lombarda
y la recalienta en otro lugar.

¿Qué clase de muebles son ésos
que hacen propaganda de la partida?
La gente coge sus sillas plegables
y emigra.

Barcos cargados de nostalgia y ganas de vomitar
llevan de un lado a otro
asientos patentados
y a sus dueños sin patentar.

A ambos lados del inmenso océano
hay sillas plegables ahora;
qué tristes son esos cambios.

de Günter Grass,
en Poemas, Visor, 1994.

martes, 30 de octubre de 2018

Cambio

Cambio

De pronto estaban aquí las cerezas,
aunque se me había olvidado
que había cerezas,
e hice proclamar que nunca hubo cerezas...
estaban aquí, de pronto y caras.

Cayeron ciruelas y me dieron a mí.
Pero si alguien cree
que yo cambio
porque algo me caiga encima,
es que nunca le han caído cerezas.

Sólo cuando me pusieron avellanas en los zapatos
y tuve que correr,
porque los niños querían lo de dentro
grité pidiendo cerezas, quise que me cayeran
encima ciruelas... y cambié un poquito.

de Günter Grass,
en Poemas, Visor, 1994.

miércoles, 3 de octubre de 2018

Gleisdreieck (Triángulo de vías)

Gleisdreieck (Triángulo de vías)

Las asistentas van del Este al Oeste.
No hombre, quédate aquí, qué se te ha perdido allá;
vete allá, hombre, qué se te ha perdido aquí.

Gleisdreieck, donde con glándulas ardientes
la araña que tiende las vías
tiene su guarida y las vías tiende.

Por el puente va hasta el otro lado sin costura
clavándose a sí misma los remaches,
cuando los que caen en su red aflojan los remaches.

Vamos a menudo y se lo enseñamos a los amigos,
esto es Gleisdreieck, nos bajamos
y contamos las vías con los dedos.

Las agujas atraen, las asistentas pasan,
la luz de cola me mira, pero la araña
caza moscas y deja pasar a las asistentas.

Miramos devotos la glándula
y leemos lo que la glándula escribe:
Gleisdreieck, Está usted dejando
Gleisdreieck y el Sector Occidental.

de Günter Grass,
en Poemas, Visor, 1994.

domingo, 30 de septiembre de 2018

Canción infantil

Canción infantil

¿Quién ríe, se ha reído?
Pues sí que se ha lucido.
Se ríe y han creído
que su razón ha habido.

¿Quién llora o ha llorado?
Llorar se ha terminado.
Si llora, por sentado,
que hay algo que ha ocultado.

¿Quién habla o se ha callado?
Si calla es denunciado.
Y si habla, ha silenciado
por qué al final ha hablado.

¿Quién juega tan temprano?
Si juega será en vano,
Ya se quemó la mano
con ese juego insano.

¿Quién muere, quién se ha muerto?
Quien muere, llega a puerto.
Si muere, ten por cierto,
que el caso queda abierto.

de Günter Grass,
en Poemas, Visor, 1994.

lunes, 3 de septiembre de 2018

Charanga

Charanga

En aquel tiempo dormíamos en una trompeta.
Reinaba allí un gran silencio,
no soñábamos con ninguna señal
y, como para probarlo,
yacíamos en aquella garganta con la boca abierta…
En aquel tiempo, antes de que nos expulsaran.

¿Fue algún niño, con un gorro en la cabeza de papel de periódico leído?
¿Fue algún húsar extraviado
que salió del cuadro al recibir la orden?
¿Fue, ya en aquel tiempo, la muerte
que echaba así el aliento en su sello?

Hoy no sé quién nos ha despertado,
disfrazados de flores en jarrones
o azucareros,
amenazados por todo el que toma café
y pregunta a su conciencia:
¿Un terrón, dos, tres quizá?

Ahora huimos y con nosotros nuestro equipaje.
Llenamos por corto plazo
todas las bolsas semivacías, todos los embudos de la cerveza, abrigos recién dejados, relojes detenidos,
tumbas que otros pagaron
y mujeres con muy poco tiempo.

En cajones llenos de amor y ropa blanca,
en una estufa que dice que no
y sólo calienta su punto de vista,
en un teléfono se quedaron nuestros oídos
y escuchan, ya conciliadores,
el nuevo sonido de comunicando.

En aquel tiempo dormíamos en una trompeta,
soñando, de ida y vuelta,
con avenidas plantadas simétricamente.
Yacíamos contra aquella bóveda
sobre nuestras espaldas tranquilas e infinitas, 
sin soñar con ninguna señal.

de Günter Grass,
en Poemas, Visor, 1994.

jueves, 30 de agosto de 2018

Asuntos de familia

Asuntos de familia

En nuestro museo —vamos todos los domingos—,
han inaugurado una sección nueva.
Nuestros hijos abortados, embriones pálidos y serios,
se acurrucan en simples tarros de cristal,
preocupados por el futuro de sus padres.

de Günter Grass,
en Poemas, Visor, 1994.

viernes, 3 de agosto de 2018

Sustento de profetas

Sustento de profetas

Cuando la langosta invadió nuestra ciudad,
no traían ya la leche a casa y el periódico se asfixiaba,
abrieron las cárceles y soltaron a los profetas.
Entonces recorrieron las calles los 3800 profetas.
Podían hablar impunemente y alimentarse a placer
de aquel fiambre saltarín y gris que llamábamos plaga.

Qué otra cosa se hubiera podido esperar…

Pronto volvieron a traernos la leche, el periódico respiró
y los profetas llenaron las cárceles.

de Günter Grass,
en Poemas, Visor, 1994.

lunes, 30 de julio de 2018

Atraco frustrado

Atraco frustrado

El miércoles.
Todos sabían cuántos escalones subir,
qué timbre apretar,
la segunda puerta de la izquierda.
Reventaron la caja.
Pero era domingo
y el dinero estaba en la iglesia.

de Günter Grass,
en Poemas, Visor, 1994.

martes, 3 de julio de 2018

El undécimo dedo

El undécimo dedo

¿Dónde estará mi undécimo dedo?
Mi dedo undécimo y especial
nunca se reía,
nunca se ponía el guante, de noche,
por el color.
Ordeñaba la cabra.
Ordeñaba la cabra,
llevaba la cabra al reloj
y la cabra bajaba la cabeza.
Sabía bajar la cabeza, sabía leer el reloj,
lamía al reloj la planta de los pies,
hasta que el reloj se reía, se reía,
perdía todos sus minutos
y lo confesaba todo, hasta sus detenciones.
Ahora se veía ya a lo lejos el oro,
el dedo veía muy lejos ya el oro,
seducía a joyeros,
a novias ante el altar.
Llave era, sello, silencio…
A menudo yo me chupaba el undécimo dedo,
aunque él nunca dormía,
aunque él nunca dormía.

¿Qué puedo señalar ahora?
¿Qué puedo señalar ahora,
hoy, si mis dos manos acortadas
sólo sirven ya para tocar
hierro como carne, carne, un yunque…
o se acuclillan de noche como cuervos abrumados,
sobre una piedra del campo,
son ocho, nueve, diez, nunca once?
Nunca son once.

de Günter Grass,
en Poemas, Visor, 1994.

sábado, 30 de junio de 2018

La escuela de los tenores

La escuela de los tenores

Coge el trapo, borra la luna,
escribe el sol, la otra moneda
del cielo, pizarra escolar.
Siéntate luego.
Tus notas serán buenas,
pasarás al curso siguiente,
llevarás una gorra nueva y más flamante.
Porque la tiza tiene razón
y la tiene el tenor que la canta.
Deshojará el terciopelo,
ahuyentará la hiedra, medida de la noche,
el musgo, su murmullo,
todos los mirlos.

Al que toca el bajo, emparédalo
en su bóveda.
¿Quién cree aún en barricas
en que el nivel del vino disminuye?
Sea pájaro o metralla
o sólo un zumbido hasta que cruje,
porque el éter está repleto
de fines de semana y veraneos.
Tijeras que, en la sastrería,
gorjean la canción de la primavera y la costura...,
no sigas su ejemplo.

Sacando el pecho, hasta que el viento dé un rodeo.
Una y otra vez trompetas,
cucuruchos de papel llenos de cebollas de plata.
Luego paciencia.
Espera hasta que los ojos de la señora se aparten,
dos criadas descontentas.
Sólo entonces esa nota que las copas temen
y el polvo
que persigue a las molduras hasta que cojean.

Raspas de pescado, ¿quién cantará esos intersticios
al mediodía ensartado en un junco?
¡Qué bien cantaba Else Fenske cuando,
en sus vacaciones de verano,
tropezó a gran altura
cayendo por una silenciosa grieta del glaciar
y dejándonos únicamente su sombrilla
y su do de pecho!

El do de pecho, los muchos afluentes del Mississippi,
su espléndido aliento
que inventó las cúpulas y el aplauso.
Telón, telón, telón.
Deprisa, antes de que el candelabro se niegue a seguir tintineando,
antes de que las galerías se inclinen
y la seda se abarate.
Telón, antes de que entiendas ese aplauso.

de Günter Grass,
en Poemas, Visor, 1994.

domingo, 12 de febrero de 2017

Bandera polaca

Bandera polaca

Muchas cerezas que, de esta sangre,
en la protesta se hacen claras
y persuaden al lecho, convirtiéndolo en funda roja.

La primera helada cuenta nabos, estanques ciegos,
fuegos de plantas de patata en el horizonte
y también hombres semienvueltos en humo.

Los días se encogen, las manzanas sobre el armario,
la libertad se heló, ahora arde en los hornos,
cuece la papilla de los niños y pinta los nudillos de rojo.

En la nieve de los pañuelos de cabeza en la fiesta,
el corazón de Pilsudski, el quinto casco del caballo,
golpeó en el granero, hasta que llegó el starost.

La bandera sangra sin dibujo,
y así vino el invierno, su paso
encontrará Varsovia tras los lobos.

de Günter Grass,
en Poemas, Visor, 1994.

jueves, 26 de enero de 2017

Correo caracol

Correo caracol

Escribir largas cartas a amigos muertos
y breves y quejumbrosas a la amada
que hace tiempo se quedó en los huesos,
también legibles y sin florituras,
con frases que serpentean por lo aproximado,
no, afiladas como taladros
que agujerean el tiempo,
como si no hubiera pasado un minuto.

Sin embargo, también del ahora que se desvanece,
de la prisa y del hastío
quiero narrar, obseso de la palabra, como testigo,
las cotizaciones de Bolsa, la epilepsia en general,
qué ha sido de mis hijos, y es, cuántos nietos
me han regalado entretanto,
qué palabras nuevas están recientemente de moda,
cuáles, veteranas, desaparecieron hace mucho.

Ay, cómo echo en falta a mis amigos muertos
y a mi amada, cuyo nombre
ha quedado fresco e infinitamente repetible
en un cajón secreto.
Quiero esperar respuesta
hasta que por las mañanas el viento sople
las hojas del otoño, llenas de escritura,
hasta mi puerta, multicolores.

También veo caracoles
esforzarse en el correo,
vienen de lejos,
llevan años en camino;
y me veo todas las tardes,
descifrando con paciencia su rastro
y leyendo lo que el amigo muerto
o mi amada me escriben.

De Günter Grass,
en De la finitud, Alfaguara, 2016.

miércoles, 25 de enero de 2017

Plegaria vespertina

Plegaria vespertina

Lo que de niño
me asustaba hasta ponerme el miembro tieso
era una frase —«Dios lo ve todo»—
escrita en los muros con letra picuda;
pero ahora —desde que Dios ha muerto—
da vueltas arriba un dron no tripulado,
que no me pierde de vista
con un ojo sin pestañas que no duerme
y todo lo almacena, no puede olvidar nada.

Me vuelvo infantil,
tartamudeo plegarias incompletas incoherentes,
quiero pedir gracia y absolución
lo mismo que mis labios en otro tiempo al acostarme
pedían indulgencia tras cada caída.
Me oigo susurrar en el confesonario:
Ay, querido dron,
te pido perdón
para poder ir al cielo de rondón.

De Günter Grass,
en De la finitud, Alfaguara, 2016.

martes, 17 de enero de 2017

Inundación

Inundación

Esperamos que cese la lluvia,
aunque nos hemos acostumbrado
a permanecer invisibles, tras la cortina.
La cuchara es colador ahora y nadie se atreve ya
a extender la mano.
Muchas cosas flotan por las calles,
cosas bien escondidas en tiempo seco.
¡Qué penoso ver las sábanas usadas del vecino!
Vamos a menudo al indicador de nivel
y comparamos, como relojes, nuestras cuitas.
Algunas cosas pueden regularse.
Pero cuando los aljibes se desborden y se colme la medida que heredamos
tendremos que ponernos a rezar.
El sótano está sumergido, hemos subido las cajas
y comprobamos con la lista el contenido.
Todavía no se ha perdido nada…
Como es seguro que las aguas bajarán pronto
hemos empezado a coser sombrillitas.
Será muy duro volver a cruzar la plaza,
claramente, con sombra de plomo.
Al principio echaremos de menos la cortina
y bajaremos al sótano a menudo
para contemplar la marca
que las aguas nos legaron.

de Günter Grass,
en Poemas, Visor, 1994.