Plegaria vespertina
Lo que de niño
me asustaba hasta ponerme el miembro tieso
era una frase —«Dios lo ve todo»—
escrita en los muros con letra picuda;
pero ahora —desde que Dios ha muerto—
da vueltas arriba un dron no tripulado,
que no me pierde de vista
con un ojo sin pestañas que no duerme
y todo lo almacena, no puede olvidar nada.
Me vuelvo infantil,
tartamudeo plegarias incompletas incoherentes,
quiero pedir gracia y absolución
lo mismo que mis labios en otro tiempo al acostarme
pedían indulgencia tras cada caída.
Me oigo susurrar en el confesonario:
Ay, querido dron,
te pido perdón
para poder ir al cielo de rondón.
De Günter Grass,
en De la finitud, Alfaguara, 2016.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario