En el sur
Vida lenta y extraña;
saludable,
difícil de reproducir o de
aceptar: ¿quién,
como antes, no quiere nadar
en el agua tibia y aceitosa,
a toda vela
a todo pálpito a toda
imaginación a toda suerte?
Nadie puede lagrimear
en el Caribe y todo importa.
Elegir, saltar: ¿cuándo
mis amigos terminaremos con
todo esto?
¿Cuándo monos y loros,
bichos y cristianos, gritarán de alegría,
empezando con sus primeras
palabras; cuándo
Curitiba saltará conmigo y
Santa Fe, mi ciudad,
hundirá a los traidores, a
los despreocupados?
¿Cuándo caminaremos
por el barrio chino o por
Miraflores y en todo
el Perú y en todo
el sur de América y por todo
Buenos Aires se pueda caminar?
Un yaguareté pasea con su
hembra y respiran; sólo
el tamaño los diferencia y
el ocio;
como pumas enjaulados
caminan de Iquitos a Manaos,
de Manaos a Santa Fe y ya
nada
los diferencia: nerviosos y
parecidos y fuertes y cansados.
Es en el Caribe
donde nadie puede lagrimear
y absolutamente todo
importa.
Llorar, hijo mío, y pelear
para siempre,
alegremente doloridos;
modernos y revolucionarios y
sometidos y cristianos.
¿Qué pasa señor mío, dios
azaroso de la resignación? aquí
no hubo cobardes, nunca tuve
idea ni ganas de encontrarte
por este mundo ni por el otro.
Redentor, dulce Jesús
colmado de alabanzas, ¿qué pasa
con el Caribe donde nadie
quiere lagrimear y todo
importa?
No se ve a nadie en todo el
sur; estamos
solos; solos alzamos nuestra
esperanza, solos subiremos
este pantano, esta mugre: un
sarcófago para los muertos,
para El Salvador, y también para
los arrepentidos.
De Paco Urondo
en Poemas de Batalla, Editorial Planeta, 1999.
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