Las palabras necesitan de un contexto histórico, político, social, cultural, económico y biográfico para significar. Exhorto a lxs lectorxs/militantes a realizar un viaje de conocimiento acerca de lugares, tiempos y autorxs para enriquecer la experiencia literaria que propongo en este espacio. Gracias.

martes, 28 de mayo de 2013

Trampa

Trampa

Como es sabido, la normalidad,
en el sentido estricto de la palabra, es
una expresión -a pesar
de Rabelais- de origen típicamente
francés. "C'est normal" corona
un pensamiento, una
conducta gala que, a
su vez, se adapta perfectamente a una norma
que una clase de un
país -la burguesía francesa- puede tolerar.

Las normas no trascienden
formas rudimentarias,
maneras que intentan acceder a principios
de funcionamiento,
mecanismos -diríamos- elementales que
movilizan una realidad
inevitablemente circunscripta: cómo poner
-por ejemplo- el pie
sobre el pedal -o el dedo sobre la cola del disparador- para
ejecutar correctamente lo que puede ser considerado un buen
pedaleo, o acción y efecto de pedalea.

Pero no es así: una norma
trasciende esas formas rudimentarias, elementales, aunque
esto pase desapercibido a los espíritus
detallistas ya que no sutiles o rigurosos. Porque
la suma de normas suele
hacerse con el artero, herético
objetivo de formular una
concepción del mundo que, si bien destinada
al fracaso, puede perpetrar un atropello a la dialéctica.

No obstante, si el criterio que impera en
nuestros tiempos supone esta pobreza,
esta idea maula de la normalidad, al menos
convengamos que todo es anormal, que un estado
de cosas rechazable, es decir, una anormalidad, sólo puede
ser reemplazada por otra anormalidad; es más: hay
que organizarse rigurosamente para conformar esa
nueva anormalidad que nos espera con los brazos abiertos
para no caerse, como un chico
que corre hacia nosotros por primera vez.

Conocí a una mujer bella que, durante
toda su vida, antes de reír, debía toser y
viceversa. Hasta que murió, dejando
naturalmente de hacerlo, de cumplir este rito; nadie
advirtió la diferencia, nadie pretendió
sacar ninguna conclusión: "Ha triunfado", pensé
antes de ponerme a reír como un loco y ahogarme
y toser durante el resto de mis días.

De Paco Urondo
en Poemas de Batalla, Editorial Planeta, 1999.

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